Una carta para Helena
Con la muerte de su tío, Helena debe enfrentar una serie de cambios en su vida. Su tío Edgar había ocupado el lugar de sus padres cuando estos murieron en un trágico accidente, cuando ella apenas tenía once años. Su tío nunca tuvo hijos, así que nombró a Helena su heredera universal. No le había dejado mucho y luego de pagar las deudas simplemente le quedaba la casa.
Helena decide mudarse a vivir al lugar que tantos recuerdos le traía de su juventud. Así que aprovechó sus vacaciones para limpiar la casa y ponerla en orden con ayuda de su apuesto vecino Adam.
Cuál fue su sorpresa al encontrar en un cajón lleno de viejos papeles, veinte cartas cerradas, sin remitente y dirigidas a ella, que habían llegado por correo y que su tío había guardado durante varios años.
La curiosidad de conocer el contenido de esas cartas lleva a Helena a encontrarse envuelta en un mundo de fantasía y ensueño. Cada carta relataba fragmentos de una historia que la llevaba a remontarse en su imaginación. Cada carta le hacía vivir los sucesos que tan fielmente redactaba el escritor. Imaginaba acompañar a aquel hombre misterioso, en cada una de sus andanzas, sufría con sus penas y reía con sus alegrías. En poco tiempo le había robado el corazón y vivía cada día con el deseo de leer la próxima. ¡Pero sólo eran veinte cartas!
Estando a punto de llegar a leer las últimas cartas, esperaba descubrir el secreto que tanto ansiaba conocer; la identidad del autor de aquella historia que le había cautivado hasta hacerla pensar que se había enamorado sin remedio. Quería conocerlo. Llegar a verlo cara a cara.
Sin embargo la vida le tenía reservada una sorpresa más. Tal vez había perdido para siempre, la oportunidad de conocer a su escritor misterioso... o tal vez no.
Entre sus cartas había dejado su vida y algo más...
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